Raudo News
3 de Octubre de 2022 | 09:36
Accesibilidad

Las salvaescaleras y la movilidad urbana

Instalar salvaescaleras en un hogar o en un edificio de viviendas es una de esas preocupaciones que no deberían asaltar solo a las personas que las necesitan, sino a toda la sociedad. Porque la accesibilidad es cosa de todos, y ello queda demostrado en el hecho de que, en solo diez años, o incluso más, se han multiplicado las leyes estatales, autonómicas y locales, y las normativas y directrices de toda índole que buscan proteger a las personas con discapacidad. En el ejemplo que nos ocupa, nos referimos a personas con movilidad reducida, grupo amplio que abarca a muchos tipos de persona diferentes. Desde gente con situaciones de enfermedad crónica de todas las edades que se ven obligadas a desplazarse en silla de ruedas a diario, como personas mayores con los problemas de movilidad propios de la edad, e incluso gente que ha sufrido accidentes temporales pero incómodos y debe usar muletas para moverse.

 

Ninguna de esas personas puede escoger entre subir o no unas escaleras. Directamente, no pueden hacerlo. Y, aunque sin duda los ascensores también son un recurso de accesibilidad indispensable, su uso es común y, en áreas especialmente activas y llenas de gente, como los centros comerciales, las bibliotecas y otras áreas públicas interiores o exteriores, mucha gente no respeta la prioridad de uso que debería tener siempre este colectivo. Dicho de otro modo, las sillas salvaescaleras, en su condición de herramienta que facilita moverse en desplazamientos verticales a las personas antes señaladas, no sustituye a los ascensores ni a la inversa. Ambos se complementan y, por esa razón, ambos deberían estar presentes siempre, al menos como mínimo, en los espacios comunes de los edificios comunitarios de casas individuales, y en dúplex o chalets de dos o más pisos, ático y sótano, etc.

 

Queda por decidir, pues el debate en ocasiones cobra fuerza, si es imprescindible instalar este recurso en los espacios públicos, comerciales o institucionales, antes mencionados. Lo cierto es que en las urbes particularmente grandes debería ser así y, por ejemplo, la presencia de salvaescaleras en Madrid resulta fundamental. En cualquier caso, hay que darles la importancia que merecen.