Raudo News
8 de Marzo de 2019 | 11:22
Floristerías

Una corona de flores y una emotiva dedicatoria

Cuando alguien se va de nuestro lado para iniciar un viaje sin regreso, un sentimiento rompe en nuestro interior. Es demasiado difícil  y demasiado triste pensar en una vida sin él o sin ella, pero tenemos que aceptar su marcha, con dolor, pero aceptarla. Al fin y al cabo, nuestro ser querido solo marchó antes que nosotros. 

Al margen de creencias que nos hablen sobre un paraíso celestial y divino, o un universo de luz habitado por almas o, de aquellas que hablan de reencarnación… Lo cierto es que nuestro dolor viene por ese sentimiento de echar de menos; de necesitarle todavía aquí, con todos nosotros, su familia, sus amigos.

Nuestro compañero de consuelo es el tiempo, con el tiempo y, aun sintiendo ese vacío que solo ella o él podían llenar, se suaviza el dolor. Tenemos más personas importantes que todavía siguen en nuestra vida y, por ellos y por nosotros mismos, hemos de seguir adelante, aprovechando instantes de alegría, viviendo momentos de compartir compañía, de conversar, de pasear, de hacer cosas que nos gustan. Hemos de tener presente una gran verdad, las personas que amamos, siempre permanecen con nosotros, de una u otra forma, pero siempre unidos.

Cuando vamos a elegir las flores para tanatorio y la corona de flores para funeral, una interminable lista de flores de todas formas y tamaños invaden nuestros ojos, múltiples olores llenan nuestras papilas olfativas. Una selección de fotografías con las distintas formas y tamaños de las coronas funerarias, con la apariencia de una cruz, un corazón, redondeadas… Nos da igual, solo tenemos claro nuestro amor.

Una corona de flores, con sus flores favoritas y un pensamiento, una dedicatoria dentro de un sobre, escondida sutilmente entre el aroma de las flores de tanatorio, con esas emotivas palabras que solo tienen sentido para quién yace en una fría caja de madera y para nosotros. 

Estamos en el tanatorio, el tintineo de palabras cruzadas entre unos y otros, el ir y venir de amigos, compañeros, nos traslada a algo parecido a un limbo, un lugar triste y gris, dónde las palabras de los que allí están acompañándonos, se perciben a lo lejos, como un murmullo; y nosotros, nos acogemos a un silencio y a una soledad creada por nosotros mismos, a la búsqueda de un encuentro con su alma, con una tenue voz que, desde su corazón al nuestro, nos diga que allí dónde ahora está, está bien, feliz, en paz, acompañada por los que marcharon antes. Una sonrisa dulce se dibuja en nuestro rostro, una sonrisa incomprensible para los ajenos, pero llena de amor, gratitud y esperanza para quienes le quisimos y le seguimos amando.