Raudo News
18 de Julio de 2018 | 10:01
OPINIÓN

Ascensores: el corazón de cualquier rascacielos

 

Los rascacielos nos fascinan a todos, sobretodo, si vivimos en un pueblo o en una ciudad pequeña. Si es así, normalmente no vamos a tener la oportunidad de sufrir tortícolis mirando hacia arriba, hacia la cúspide de esos gigantes de metal y hormigón que rozan el cielo. Son tan imponentes, dan tanto vértigo y, al mismo tiempo, nos maravillan tanto, que son el escenario de algunas de las más inolvidables películas de acción de otras épocas, como El coloso en llamas o Jungla de cristal. Nunca olvidaremos esa gran obra de ingeniería cubierta de llamas o, el enorme edificio Nakatomi asaltado por terroristas. Pero todo eso es ficción. Los rascacielos de verdad suelen estar bien diseñados, construidos y protegidos.

 

La fase del diseño es apasionante. Sobre el papel, se establece la medida exacta de cada pilar, de cada viga, de todas las ventanas y de las habitaciones del exterior. Es un procedimiento minucioso, matemático y preciso, pues un pequeño error de cálculo, podría conducir al derrumbamiento del coloso, aunque no en llamas. Por otro lado, son edificios con un sinfín de plantas y todas ellas deben estar bien comunicadas. Aquí entran los ascensores, quizás uno de los corazones de los rascacielos, aunque también, de cualquier edificio que se precie. ¿Cómo de deficientes serían los edificios altos de la capital de España, por ejemplo, sin una empresa que instale ascensores en Madrid de manera eficiente?

 

Porque, de hecho, no podemos tener en cuenta solo que existan escaleras. Las escaleras no funcionan ni sirven para todo el mundo y menos a personas con movilidad reducida. Si en España se tiene eso en cuenta para ejercer una buena labor de mantenimiento de los ascensores de Madrid, así como los de cualquier otra ciudad del país, imagínense cómo de importante debe de ser hacer lo mismo en uno de los rascacielos más altos de Tokio o Nueva York. De hecho, tengan en cuenta también lo importante que es reparar ascensores en Madrid, en Tokio o en Nueva York. Sin un elevador, los rascacielos, aunque bellos e imponentes, se convierten en espacios agobiantes.